Qué son las Power Skills y por qué son tan importantes
Es muy posible que hayas escuchado o leído sobre las "Power Skills" y que no tengas a qué hace referencia ese término....
Las emociones influyen en la toma de decisiones de nuestro día a día, incluso en el trabajo. Descubre los beneficios de tenerlas en cuenta en un equipo IT.
Nada más nacer, ya sentimos las primeras emociones, aunque ni siquiera sepamos identificarlas. Durante toda nuestra vida aprendemos el significado de muchas emociones, aunque probablemente dediquemos poco tiempo a ello y no profundicemos suficiente. Las emociones participan en la inmensa mayoría de toma de decisiones de nuestro día a día, también en el trabajo. Resulta difícil entender entonces por qué no dedicamos más tiempo y recursos a saber gestionarlas para sacar el máximo partido de ellas. Y es que sí, se puede sacar provecho de las emociones, porque si se aprende realmente a detectarlas y trabajarlas, no hay emociones buenas o malas.
Tendemos a tener en cuenta pocas emociones y a juzgarlas por si son positivas o negativas. En nuestro día a día no acostumbramos a tener en cuenta más de 8 o 10 emociones, como, por ejemplo: contenta/o, animada/o, feliz, motivada/motivado o aburrida/aburrido, cansada/cansado, irritada/irritado y triste. Las primeras, hemos aprendido que son las buenas, las segundas las malas, sin pensar que de todas ellas se puede extraer un aprendizaje y una mejora continua.
Por otro lado, esta categorización tan simple que realizamos nos hace olvidar el gran número de sentimientos y emociones que podemos percibir. Marshall B. Rosenberg, Ph.D. en su libro La Comunicación No Violenta (CNV), enumera más de 100 estados emocionales que podemos llegar a sentir. Resulta difícil pensar en cómo gestionar las emociones si no dedicamos tiempo ni a saber detectarlas con precisión.
En los sistemas educativos convencionales no se ha dado la importancia necesaria a la educación emocional y las necesidades de las personas. Es de esperar que, en consecuencia, en el ámbito laboral no haya sido distinto hasta que han surgido nuevas habilidades o skills que han ganado protagonismo como la Inteligencia Emocional.
Si bien el concepto de Inteligencia Emocional apareció unos años atrás, fue el psicólogo, periodista y autor de La Inteligencia Emocional, Daniel Goleman (1995), quien hizo famoso el término. Según el mismo autor, “la diferencia entre un trabajador estrella y el resto, es el conjunto de habilidades que llamamos Inteligencia Emocional, entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo”. Y es que “la Inteligencia Emocional viene a ser la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás”.
En la Sinopsis actual del libro, podemos leer que la Harvard Business Review ha llegado a calificar a la Inteligencia Emocional como “un concepto revolucionario, una noción arrolladora, una de las ideas más influyentes de la década en el mundo empresarial”.
Gracias a la irrupción de enfoques como el de D. Goleman sobre la importancia de la Inteligencia Emocional en el trabajo, o la necesidad de poner a las personas en el centro de la estrategia encabezada por el Manifiesto Agile, en el entorno laboral digital se están viviendo cambios y avances dirigidos a anteponer el talento de las personas por delante de los procesos y las herramientas. En este sentido, los equipos de IT están aprendiendo a comunicarse mejor y a tener en cuenta la importancia de los sentimientos de las personas para el buen funcionamiento del engranaje del equipo.
Si te interesa conocer más sobre la Inteligencia Emocional, en OpenWebinars puedes encontrar muchos recursos, entre ellos un curso completo: Curso de Inteligencia Emocional aplicada a equipos de alto rendimiento. También en el Blog, puedes encontrar un artículo muy completo sobre el tema: La Inteligencia emocional y como ayuda a las empresas a crecer.
Porque la gestión de las emociones, tanto las propias como las de los demás, debe ser importante en cualquier ámbito, especialmente el que implique un proceso de socialización.
Dejando de lado el concepto más etéreo, las emociones van ligadas a los cambios hormonales que produce el sistema endocrino. Por ejemplo, al sentir enfado, el cuerpo reacciona generando hormonas como la adrenalina o el cortisol para activar el cuerpo a modo ataque y pasa a priorizar generar fuerza física a mental. Este proceso afecta a la inteligencia cognitiva y a la capacidad estratégica, de modo que tomar decisiones en una situación de enfado lleva, efectivamente, a tomar decisiones peores de las que se tomarían en un estado sereno.
El miedo o la angustia también producen muchas reacciones físicas que afectan al comportamiento habitual de las personas. Para empezar, el cuerpo se pone en alerta y el cerebro puede activar respuestas físicas de huida o de ataque. El corazón bombea más sangre, los músculos se tensan, los pulmones dan más oxígeno al cuerpo, el estómago se cierra y el sistema endocrino se encarga de producir hormonas como la adrenalina. En esta situación, las personas pueden atacar o huir, dos reacciones del todo distintas que fácilmente nos podemos encontrar en el trabajo.
Y es que sentir miedo o inseguridad es más habitual de lo imaginable y es una situación que se puede dar en los equipos cuando haya miedo al error o al castigo. Las personas pueden sentir miedo de no cumplir con las expectativas generadas entorno a su experiencia o talento, miedo a que se las despida o se las degrade, miedo a no ser valoradas. Si no sabemos determinar qué emociones están sintiendo las personas que integran un equipo, difícilmente sabremos interpretar sus acciones o entender sus necesidades, de modo que tampoco podremos definir bien nuestras peticiones.
Lo primero y más importante para saber detectar, entender y trabajar las emociones de los demás, es conocerse a uno mismo. Si no realizamos el ejercicio de intentar conocer nuestras emociones, saber qué las genera y posteriormente poder transmitirlas, difícilmente vamos a poder desarrollar la empatía para comprender las del resto.
Sin necesidad de convertirse en coach expertos, existen muchas herramientas para trabajar la detección de las emociones:
Es verdaderamente importante aprender a escucharse, a detectar los sentimientos y sensaciones que percibimos en nuestro día a día. Existen técnicas de apoyo que muchas empresas ya incluyen en sus planes de formación como el mindfullness, un método basado en la relajación para concentrarse en lo que ocurre en el interior de uno mismo y tratar sólo de tomar conciencia, sin juzgar.
Dedicarse tiempo a uno mismo y a la salud mental debería ser un objetivo común, para todas y todos. Contar con una figura de coach en la empresa o decidirse por probar alguna terapia puede ayudarnos mucho a detectar y hablar de sentimientos. Sólo si respetamos y entendemos nuestros propios sentimientos podremos desarrollar la empatía hacia el resto y mejorar nuestra asertividad.
Se suele decir que, si hay dos personas en una habitación, existen dos realidades distintas. Una misma acción puede desencadenar distintos sentimientos en las personas que la viven y si no desarrollamos la capacidad de comunicar los sentimientos, difícilmente podremos trabajar en equipo.
Las metodologías ágiles hablan del feedback colaborativo como herramienta para motivar a los equipos. Para dar un feedback asertivo, es importante tener en cuenta las posibles emociones que puede despertar en la persona, de modo que un buen método puede ser la CNV (comunicación no violenta) y sus 4 pilares: observación, sentimiento, necesidad y petición.
En primer lugar, observamos lo que ocurre en una situación e intentamos valorar si nos gusta o no nos gusta. Después, comprobamos qué sentimientos nos despierta y, en tercer lugar, decidimos cuáles son nuestras necesidades en relación con los sentimientos que identificamos, con tal de realizar una petición a la otra persona. Se trata de no entrar a juzgar las acciones de la otra persona sino analizar qué siente uno mismo y despertar la empatía en el otro mediante la petición adecuada.
Suena ligero, pero algo tan básico como promover una actitud positiva puede facilitar mucho el buen funcionamiento de un equipo.
Mantener una actitud positiva frente a los cambios, desarrollar hábitos que nos ayuden a manejar el estrés de una forma saludable, evitar las malas interpretaciones y entender la importancia de las intenciones positivas nos puede ayudar a afrontar los altibajos con serenidad.
Con tal de fomentar la actitud positiva, las empresas deben interiorizarlo en su ADN cultural. Promover una cultura organizativa cohesionada, con las personas en el centro, que abrace el cambio y fomente el desarrollo de las personas.
Las organizaciones deben entender que se deben gestionar las emociones en el trabajo del mismo modo que se gestionan los procesos y recordar que las nuevas metodologías ágiles abogan por poner a las personas en el centro por encima de las herramientas y los procesos. Por supuesto, tanto las herramientas como los procesos pueden ser muy útiles como vehículo para dar la importancia necesaria a las emociones.
Existen aplicaciones donde puedes reportar diariamente cómo te sientes, herramientas para fomentar el feedback colaborativo, formaciones en soft skills, prácticas como el mindfullness o terapias en las empresas. Las organizaciones Teal son un buen ejemplo de desarrollo de las emociones en los equipos y existen muchos casos de éxito que pueden servir de inspiración.
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