Qué es Servant Leadership o Liderazgo de Servicio
En este artículo vamos a profundizar en un tipo de liderazgo muy extendido en otros países, como los escandinavos, y que va...
Tener un buen líder es cada vez más relevante para un equipo de trabajo, por eso vamos a ver qué habilidades y cualidades son imprescindibles para serlo.
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¿Los líderes nacen o se hacen? ¿Qué habilidades y cualidades tienen? Gran parte del mundo empresarial busca constantemente formación sobre liderazgo y habilidades directivas. Pero… ¿qué es el liderazgo? ¿qué es liderar? Es aprovechar todo nuestro potencial y, con suerte, también el potencial aquellos a quienes guiamos.
No se trata de una necesidad únicamente laboral. Sea en nuestro trabajo, en nuestro club de petanca, en la comunidad de vecinos o en nuestra familia, a todos nos toca liderar en algún momento. Por tanto, no dejemos que la vagancia y la apatía nos atrapen. Cuando merece la pena luchar por algo, debemos recoger el testigo y liderar a la altura de la ocasión.
Si bien existen rasgos de la personalidad que nos permiten estar más o menos predispuestos al liderazgo, todo el mundo puede liderar. En este post analizaremos algunas de las cualidades y habilidades de un líder modélico. Según el 34.º presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, “el liderazgo no es una cualidad innata, sino que se consigue mediante el estudio, la reflexión y la práctica.” Así que ten a mano papel y boli, porque vamos a repasar las habilidades para un liderazgo efectivo y sin parangón.
Como bien es sabido, es muy beneficioso fomentar y mejorar las competencias de todos los miembros de la empresa. No obstante, cuando es el propio líder quien está en perpetuo aprendizaje se trata un ejemplo a seguir, fomentando la constante formación en el equipo: “Si el líder estudia, yo también.” Cuanto mejor preparados estén los trabajadores a nivel individual, más capaces serán de aportar resultados extraordinarios. Se trata, en toda regla, de un impulso a la excelencia.
A su vez, Harry S. Truman (33.er presidente de EE.UU.) declaró “No todos los lectores son líderes, pero sí todos los líderes son lectores.” Leer está muy bien, pero es una gran capacidad de síntesis lo que separa al líder. Saber separar el grano de la paja, destilar la información relevante e implementarla con eficacia. En resumen, aplicar lo leído.
Las biografías históricas son una constante fuente de inspiración para la literatura del liderazgo. Las grandes figuras también eran personas, y por lo general, dicha grandeza se basa en que estuvieron a la altura cuando la ocasión lo requirió, al margen de varapalos y frustraciones. Tal vez pueda parecer que las Guerras Mundiales estén temáticamente muy alejadas de las necesidades de un departamento moderno de IT, pero lo cierto es que, pese a que las circunstancias cambien, los mecanismos del liderazgo son casi idénticos. Por tanto, sea cual sea nuestro campo de batalla, el gusto por mejorar potenciará las habilidades profesionales del equipo.
¿Acataríais con gusto órdenes que vinieran de alguien que no sabe nada de la empresa, sus procesos o el sector? ¿No, verdad? Si bien una posición de liderazgo no requiere saberlo todo, sí es de gran importancia estar muy familiarizado con el terreno, saber de lo que uno habla y predicar con el ejemplo. Un instructor debe tener una completa maestría de la materia, siendo capaz de explicar y demostrar los mejores métodos y herramientas del sector, especialmente en el caso del liderazgo en un departamento técnico.
La excelencia es el primer paso para desarrollar la confianza en los seguidores y establecer la figura del líder, que obtiene el respeto y la admiración por su nivel de control. Otro aspirante a líder que no tenga la misma preparación y dude en su área de trabajo perderá rápidamente la confianza de sus seguidores.
No conviene bajar la guardia. Al esperar que los demás sean eficientes debemos ser eficientes nosotros mismos. Ninguna ocasión es nimia para predicar con el ejemplo, y dado que una imagen vale más que mil palabras, hagamos que la consistencia hable por sí misma.
Por poner algunos ejemplos: Mantén tus promesas, y cumple las reglas que tú mismo impones. No recrimines algo un día y hagas la vista gorda al siguiente. No favorezcas unos empleados por encima de otros. No des órdenes o instrucciones que después canceles sin una buena razón. Y especialmente, no pierdas la paciencia por una minucia y montes una escena. A este respecto, es peor ser visto como un líder impredecible que uno con mano de hierro, ya que faltar a la integridad individual, actuar de forma hipócrita, o tener una personalidad inestable son tres cualidades que inspiran poca confianza para el equipo. Por tanto, debemos tener muy claro nuestro compromiso con la organización, nuestros empleados, nuestra clientela, y, en resumen, con todas las partes interesadas en nuestro negocio.
Estrategia es una palabra multidimensional. Entendida en su forma básica, consiste en plantear objetivos y establecer un plan para la consecución de los mismos, además de ejecutar dicho plan. También significa saber a dónde nos dirigimos, cuáles son nuestros incentivos, por qué se fijan unas metas y no otras, o cuál es nuestra visión, ya sea personal, como equipo, o como compañía. Significa actuar tomando la decisión óptima en cada encrucijada que encontremos, y asegurarnos que los esfuerzos convergen en los objetivos que hemos planteado. Por tanto: ¿Cómo se divide el esfuerzo? ¿Quién está encargado de qué? ¿Cómo podemos ser eficientes en tiempo y recursos?
Es importante mencionar que podemos concebir la mejor estrategia del mundo, pero si no tenemos una organización que pueda cumplir con cierto rigor lo que se plantea e implementar las decisiones, no funcionará. No es posible ejecutar una estrategia sin la infraestructura adecuada, y por ello el liderazgo ha de inspirar a los seguidores, que serán quienes tracen realmente el camino del éxito.
Cuando decidimos bajo presión, ¿cómo podremos tener al final del día la satisfacción de que hemos hecho lo correcto, con la información y recursos disponibles?
No esperes a que surja un problema para tomar una decisión. Haz inventario de tus valores y objetivos para trazar un plan ante posibles eventualidades, porque es muy fácil cometer errores cuando decidimos de forma precipitada o improvisando. En palabras de Roy E. Disney, “Cuando tienes claros tus valores, tomar decisiones es fácil.” Recuerda que la peor decisión es la indecisión, y que por tanto, no debemos quedarnos bloqueados ante un dilema.
Seamos plenamente conscientes de cómo transmitimos la información, ya sea mediante el lenguaje no-verbal, nuestro tono de voz, cómo formamos las frases o las características del canal que usamos (un discurso, al teléfono, las redes sociales, un email informal…) — Por ejemplo, conviene evitar la información a medias, pues una orden sin fundamento puede parecer caprichosa. Tampoco debemos suponer que alguien ha entendido lo que queremos, especialmente si nos expresamos de forma incoherente o usando un registro impropio. Y recuerda que la comunicación desde la cúspide no es un sistema unidireccional, tan importante es saber transmitir como saber escuchar.
Un grupo armónico es relativamente fácil de liderar, pero también es algo poco frecuente. Es muy probable que tarde o temprano aparezca la discordia, y te toque limar asperezas. A su vez, trata de entender a los “rebeldes”, pues suelen poner el foco en algo importante que quizá hayas pasado por alto. También ten en cuenta que hay quien gusta de criticar a sus compañeros, frenando la eficiencia y causando mal ambiente.
Para resolver cualquier tipo de conflicto nunca está de más recurrir a la imparcialidad. Por ejemplo, Eisenhower ponía énfasis en lo que él llamaba Middle Way (literalmente, “a medio camino”), que no era otra cosa que un absoluto énfasis en la cooperación, sensatez, compromiso y unidad del gobierno, sin buscar el aclamo de las masas y evitando el populismo del ego. Su gabinete estaba formado por expertos de todo el espectro político, y es considerado uno de los presidentes menos partidistas de la historia de EE.UU. Por tanto, saber tratar los problemas entre los miembros de la organización es una habilidad delicada pero extremadamente necesaria.
Una de las funciones más importantes de estar en lo alto es llevar a cabo una efectiva gestión de los proyectos, equipos, procesos, tareas, y a fin de cuentas, de apreciar cómo encajan todas las piezas del puzzle. Es importante que el equipo conozca las metas, los valores y la visión de futuro de la empresa, ya que, mediante una coordinación bien afinada podremos ser más eficientes y obtener soluciones innovadoras.
Pese a que la literatura de negocios y desarrollo personal se obceque en dar consejos al líder, es también muy importante ser un buen seguidor. Hay muchos más empleados que gerentes, más soldados que generales. Quien ha sido seguidor durante años y de repente tiene la oportunidad de liderar sabrá hacerlo mejor que quien crea haber nacido líder. Cada ejemplo de mal líder que hemos tenido a lo largo de nuestra andadura nos ha enseñado algo. No podremos aplicar lo aprendido si no hacemos memoria, sopesamos los pros y los contras de cada antiguo jefe o supervisor y aplicamos las enseñanzas. Para ello, debemos ponernos en el lugar del que sigue.
Un buen líder también ha de comprender muy bien los incentivos con los que mover a los empleados, como la promesa de horarios más flexibles, mejor conciliación o aumento de sueldo. No son fichas en nuestro ajedrez particular, son individuos con necesidades e inquietudes personales. Ten siempre en cuenta otros puntos de vista a fin de fomentar un entorno colaborativo, y en lo que refiere a opiniones, respeta las que no compartas. En general, recuerda que si quieres dar buenas órdenes, primero has de saber cómo acatarlas.
El investigador Brad Owens considera la humildad en el liderazgo como una virtud tripartita: (1) el saber verse a uno mismo, (2) la disposición a aprender, y (3) reconocer las fortalezas y contribuciones ajenas. Siempre estaremos en continuo diálogo con la humildad, pues es el ancla que nos devuelve al suelo para que no se nos suba a la cabeza la sensación de superioridad. Si bien algunas de las cualidades arquetípicas de un líder son la asertividad, la ambición o el carisma, la humildad siempre nos ayudará a evitar el egocentrismo.
Un buen líder sirve a los que están por debajo de él. Debe pensar en todo momento en el bienestar de su equipo, pues de este bienestar dependen los objetivos a cumplir. Pondrá las necesidades de los demás por encima de las propias necesidades, mostrando lealtad al equipo por encima de todo.
Si un subordinado comete una equivocación, es muy probable que se deba a una mala dirección o a directrices vagas, y por tanto, la cadena de errores empieza con el líder, quien deberá afrontar el problema con integridad. No se puede escurrir el bulto, hay que admitir la culpa con auténtica sinceridad, y no por algún tipo de gimnasia moral. En cambio, cuando las cosas salen bien, hay que mostrar gratitud y compartir los triunfos y las recompensas. La humildad, pese a su importancia, no está supeditada a la competencia, ya que de poco sirve mostrar humildad si somos incompetentes en nuestro trabajo.
Se trata de un arma de doble filo: Debemos sembrar la confianza en nuestros seguidores, y a su vez debemos tener la confianza de que podemos delegar en ellos tareas importantes. No saber delegar hace estragos en la motivación, genera estrés y es extremadamente ineficiente. Conviene plantearse la elección del talento adecuado, la redacción de unas guías de estilo y control de calidad, ofrecer cierta libertad creativa al empleado y/o recompensar adecuadamente el trabajo bien hecho, a fin de supervisar lo justo y necesario. Ya que nuestro equipo reúne lo mejor de cada casa, podemos confiar en que puedan hacer las cosas solos, y habremos fijado una serie de virtudes fundacionales (como el orden, la disciplina, la excelencia…) que hagan que todos estemos en sintonía. Es importante conocer a cada seguidor, ya que saber un poco cada uno hace que se sientan más que nombres en una nómina. Sal del despacho de vez en cuando, habla con el equipo, súbeles la moral, mantén relaciones personales y forma parte del día a día. Intégrate para liderar desde la vanguardia.
Ten presente lo que reza el reputado autor sobre liderazgo John C. Maxwell: “El pesimista se queja del viento. El optimista espera que cambie. El líder ajusta las velas.”
Podemos tener planteada una muy buena estrategia, ser extremadamente competentes, tomar decisiones con gran facilidad… pero si nos falta la flexibilidad y la capacidad de adaptación necesarias para capear el temporal, todo puede acabar en el desastre. Se recomienda ser extremadamente proactivos y no estar a verlas venir. Un estilo de liderazgo situacional sobre el que se pueda hacer cambios sobre la marcha ayudará a adaptarse a todas las situaciones, ya sea con mayor libertad (laissez-faire) o más restrictivo (autoritario) para los subordinados. Te recomendamos echar un vistazo a nuestro artículo sobre tipos de liderazgo.
Que exista una Autoridad no es garantía de que ésta vaya a respetarse, ya que son los seguidores quienes deben primero reconocerla. Para ello, el líder es firme ante sí mismo y después ante los demás, mediante la disciplina, el autocontrol, la autosuficiencia…
Podemos mostrar cercanía, pero no debemos olvidar la seriedad. Evitaremos las bromas personales, la ironía y el sarcasmo, y por supuesto, no habrá lugar para las malas formas, ya que nadie debería sufrir abusos verbales por una metedura de pata. Es mejor hacer comprender al que yerra las consecuencias que pueden tener los errores garrafales.
Reconoceremos el trabajo bien hecho, sin hacer la pelota, agradeciendo la labor del día a día. Cuando alguien realiza un buen trabajo, señalaremos específicamente qué es lo que lo hace digno de mención. Asimismo, ser frugal en las críticas hará que éstas ganen importancia. En general, mantener un aura de firmeza es lo más viable a largo plazo, ya que muchas situaciones pueden ser malentendidas como una vulnerabilidad, haciendo que se cuestionen las órdenes.
Como mencionábamos anteriormente, si obtenemos una perspectiva fundamentada de cómo sucedieron los hechos históricos, podremos evitar llevarnos por lo emocional, afrontar los altibajos de forma más neutral y celebrar mejor los triunfos. Para ello, una buena cualidad y herramienta es la Resiliencia, con la que gestionaremos la ira, las críticas, el resentimiento… Es muy importante que un líder sea resiliente, pues si al primer contratiempo se desborda, no mantendrá la claridad mental ni la moral del grupo ante las crisis.
En tiempos de guerra, el aura de los superiores y el talante de los discursos reflejan expectativas de victoria, mientras que el pesimismo y descorazonamiento pasan a la esfera privada. ¿Acaso votaríais por un candidato de la oposición que no creyera que las cosas se pueden hacer mejor? Nadie va con gusto a la batalla si los generales no muestran optimismo. La motivación se traduce en rendimiento, y el rendimiento en buenos resultados en el largo plazo.
En este artículo hemos dividido en las habilidades y las cualidades del líder, entendiendo habilidad por la manera en la cual alguien ejecuta una tarea con cierta competencia, y cualidad por el carácter distintivo de la persona, ya sea en el trabajo o fuera de él. La diferencia puede parecer sutil, pero nos ayuda a discernir el cómo hacer del cómo ser. Ahora bien, seamos conscientes de que no se trata de una lista oficial de virtudes, sino una forma de crear un retrato robot del líder ideal.
Para más información, te recomendamos encarecidamente nuestro Curso de Liderazgo de equipos, y a modo de cierre, por citar de nuevo a Eisenhower, quedémonos con que “El liderazgo no es sino asumir la responsabilidad de todo lo que sale mal, y dar crédito a los subordinados en todo aquello que sale bien.”
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