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Transformación Digital: ¿Transformación... o Digital?

Cuando se habla de aplicar la transformación digital de forma práctica, ¿se habla de aplicar una transformación, de aplicar tecnología digital o de ambas?

Miguel Ángel Vera Mellado

Miguel Ángel Vera Mellado

Experto en Transformación Digital

Lectura 10 minutos

Publicado el 22 de junio de 2022

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¿Conocéis alguna empresa que se atreva a decir que no está en un “proceso profundo de transformación digital”? Posiblemente ninguna, porque el hecho de no decir que “te apuntas al carro” de la transformación digital, ya parece que te deja fuera de juego.

Así que, ya sea por imagen de marketing, o por una motivación real de negocio, ¿qué significa realmente aplicar un proceso de transformación digital?

Pues, aunque se llenan noticias y páginas en internet hablando de esto, en realidad se trata de una expresión que sólo tiene dos palabras Así que a la hora de aplicar la transformación digital (de una forma práctica, no marketiniana), ¿de qué estamos hablando, de aplicar una transformación, de aplicar tecnología digital o de ambas?

Vamos a tratar de aterrizar esta cuestión a la realidad tangible en las empresas. Y vamos a demostrar que la transformación digital tiene dos consecuencias inmediatas naturales: la necesidad de ser ágil (por la transformación), y la necesidad de sacar partido de la información (por lo digital).

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Qué implica la parte de “Transformación”

Si hacemos el pequeño esfuerzo de acordarnos de cuando íbamos al colegio, sabríamos que en la expresión “transformación digital”, “transformación” es el sustantivo, y “digital” el adjetivo que describe a ese sustantivo… o sea, que esto va de transformación. Transformación significa cambio, y cuando existen cambios existe incertidumbre… es decir, que no tenemos del todo claro qué va a pasar a continuación.

Si echamos un vistazo al contexto en el que se mueve nuestra empresa (sea de la industria que sea), esto es muy cierto: no sabemos quién va a comprar nuestro producto a medio plazo, si el producto va a quedar obsoleto, si va a ocurrir alguna situación que provoque problemas (u oportunidades…), es decir incertidumbre.

Pues bien, esto tiene una consecuencia natural inmediata: tenemos que funcionar (es decir, gestionar) de forma ágil cada proyecto, cada servicio, cada departamento… y cada empresa.

Se habla mucho de las “data driven company”, y se dice que son “empresas dirigidas por el dato”, pero ésta es una mera traducción literal, es la forma académica de decirlo en, pero es mucho más y nos importa mucho para nuestro puesto de trabajo: la empresa en la que trabajamos quiere tomar decisiones correctas (sí, utilizando datos para ello), pero además quiere que estas decisiones lleguen cada poco tiempo; es decir no nos vale con decidir bien qué proyecto o producto lanzar dentro de 6 meses… ¡¡ojalá pudiéramos, ¿verdad?!! Pero sí podemos conseguir tomar la decisión correcta sobre qué hacer o no hacer la semana que viene, a qué dedicar la siguiente iteración de trabajo semanal o de dos semanas, y también qué no hacer. Y lo que queremos, es que cada semana o dos semanas esto lo hagamos bien: si prolongamos esta forma de pensar y de actuar, acumularemos muchos pasos sucesivos, todos correctos, que es lo que sí nos lleva a conseguir lo que queríamos en un período de 6 meses o más.

Es decir, estamos asumiendo que no podemos vencer la incertidumbre a medio y largo plazo así que ¿por qué no dejamos de luchar esa batalla que no vamos a ganar, y afrontamos el trabajo en períodos de tiempo que sí podemos definir, ejecutar y controlar?

Una empresa que piensa y actúa de esta manera es una empresa ágil. ¿Y si a esto le añadimos información de calidad que nos ayude a tomar estas pequeñas pero continuas decisiones?

Por ejemplo, conocer el feedback por parte del cliente de nuestro producto; o conocer por qué es necesario cambiarlo y de qué manera; conocer no sólo quién nos compra, sino especialmente conocer quién no nos compra; conocer cuánta capacidad de trabajo podemos aplicar en una iteración de trabajo; etc.

Si disponemos de esta información, no a 6 meses vista sino a una semana vista (lo cual parece mucho más fácil de conseguir para una semana que para 6 meses o un año), entonces la ejecución de cada iteración corta sí que dará el resultado previsto… y si no lo da, como mucho habremos cometido un error de… ¿una semana? Un error de una semana es un “problema” que se puede gestionar; un error de meses, es una crisis que difícilmente tendrá solución.

Por todo esto, una data driven company no es simplemente una empresa dirigida por el dato, sino que es una empresa ágil que se apoya en los datos para serlo.

Qué implica la parte de “Digital”

Implica, sobre todo, un material de marketing muy a menudo contraproducente. ¿De qué va la actualidad de esta parte digital? Escuchamos que se pueden comprar cosas con criptomonedas, que se compran parcelas en el metaverso, que invirtiendo en NFTs te puedes hacer rico…

Ni se puede comprar nada con criptomonedas (porque no son dinero); ni se trata del metaverso porque en realidad se trata de los metaversos, en plural; y a día de hoy, la rentabilidad de cualquier NFT es igual a cero.

Desde el punto de vista de los puestos de trabajo “reales”, de las empresas para las que trabajamos, ni los NFTs ni las criptomonedas ni los metaversos generan gran interés para hacer negocio… entonces ¿qué implica la parte digital que nos interesa?

Lo que implica es comprender el paradigma tecnológico en el que estamos entrando, cuyas aplicaciones sí que van a generar innumerables puestos de trabajo: la aplicación masiva de la tecnología blockchain implica la implementación de smart contracts, es decir, una manera transparente, segura y fiable de ejecutar acuerdos entre dos partes, ya sean empresas o personas.

Es un paradigma que va a cambiar tanto los negocios, que ya no debemos hablar tanto de simples “negocios digitales”, como de una “economía digital”: en el mundo real (y en el digital) ocurren eventos que generan información; esta información se utiliza como entrada para ejecutar contratos (de compra y venta de activos físicos o digitales, prestación de servicios, etc.), y se ejecutan y aplican sus consecuencias (pagos, penalizaciones) sin que las partes puedan evitarlo (así debe ser, porque así lo han acordado en un contrato…), eliminando las excusas y las dudas de todas las partes sobre las condiciones en que se ha producto una compra venta o la prestación de un servicio.

Este paradigma aplicado a todas las industrias (todas, sin excepción) es lo que representa la economía digital.

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Economía Digital

Estaremos todos de acuerdo en que estamos en la época de los negocios digitales: todo tiene una web o una app donde lo puedes usar o lo puedes comprar. Pero, y mañana, ¿en qué va a consistir el negocio?

En primer lugar, que ya no será necesario el apellido “digital”, como hacemos ahora. ¿Acaso dentro de 5 ó 10 años puede haber algún negocio (es decir, alguna forma de generar ingresos) si no se utiliza algún medio digital para ello?

Y además de eso, los nativos digitales (personas que tienen 30 años o menos), no entienden un puesto de trabajo, ni una empresa, ni mucho menos la vida diaria, sin la aportación de “lo digital”, sencillamente porque no conocen “lo analógico”. Por lo tanto, este apellido “digital” lo vamos a dar por supuesto y no va a aportar valor seguir utilizándolo.

Pero, ¿y la transformación? ¡¡Esto sí que va a continuar!! ¿Acaso no cambia la tecnología, los gustos de los clientes, se crean nuevas necesidades, aparecen nuevos problemas que resolver? Desde luego que este ritmo de cambio no sólo no se detiene, sino que se incrementa.

Y la respuesta a este cambio es la economía digital, que se traduce a nivel más concreto en lo que se viene llamando internet del valor: es decir, que la conexión entre personas, entre máquinas, entre personas y máquinas, entre empresas… genere valor (o más claramente, ingresos, que es lo que vamos buscando).

Todas esas interacciones que generan valor (dinero), se articulan mediante smart contracts, que no son simplemente contratos en formato digital, sino que implican dar el paso siguiente, son acuerdos entre dos partes que se ejecutan, cuando las condiciones del acuerdo se producen como ambas partes así lo han decidido. De una manera más fácil, por ejemplo, has comprado algo en un portal de ecommerce que debe llegarte en 24 horas, si te llega en más de 24 horas, se te devuelve automáticamente en tu cuenta un 10% de su precio. Y esto, sin que tú (como comprador) ni el vendedor hagan nada más al respecto, ya que existe una traza de tu paquete, de manera que se recoge automáticamente el dato de dónde está, de si ha llegado a su destino… y esto dispara (de forma “imparable” por las dos partes) la aplicación de un descuento.

Otro ejemplo, cuando la empresa en la que trabajas vende un producto por 100 euros, a tu cuenta bancaria se ingresa 1 euro de forma automática; en el futuro, es posible que el concepto de “nómina” no exista, y se sustituya por este tipo de acuerdos transparentes y de ejecución automatizada.

Los smart contracts empiezan a utilizarse en todas las industrias (comercio, transportes, seguros, banca, etc.), y van a ser el futuro en la ejecución de cualquier tipo de negocio, gracias a las ventajas de la tecnología sobre la que se desarrollan y ejecutan (redes blockchain).

En este artículo no hemos hablado de cómo funciona blockchain como tal, ni de los tipos de blockchain, ni de los lenguajes de programación de smart contracts, ni de las posibilidades para su implantación… ¿pero acaso alguno de estos elementos será lo que haga posible su éxito o provoque su fracaso? Para nada en absoluto.

¿Acaso big data fue un éxito porque todos nosotros aprendiéramos Python, Spark, Hadoop y un largo etcétera? En absoluto: fue un éxito cuando, tiempo después de su aparición, las empresas entendieron que lo relevante es utilizar una tecnología potente para poder solucionar algún problema.

Y hemos terminado montando arquitecturas enteras de procesamiento masivo de datos en la nube, con tres o cuatro clics (y un par de ellos, para pagar el alquiler del espacio, básicamente).

Pues respecto de blockchain… ¿alguien duda de que vamos a poder disponer de una entrada a la red con un par de clics? por supuesto.

También parecía “una frikada” minar bitcoins hace no tanto, y ahora podemos hacerlo con una app del móvil que se configura en medio minuto…

Con la economía digital podríamos debatir de forma parecida a como lo hacemos con el coche autónomo (y eléctrico): todos sabemos que “está ahí”, avanzando, que es real, y que todos vamos a disponer de uno, que será el estándar del futuro… pero nadie sabe decir si lo será en 2 años (en muchas ciudades un porcentaje enorme de vehículos ya son eléctricos), 5 años o 10…

Y por último, ya sabemos que el detalle tecnológico evoluciona más deprisa que lo que somos capaces de aprenderlo, así que no nos quitemos el sueño por ello, y dediquemos el esfuerzo a entender y saber replicar las ideas de soluciones a los problemas que se plantean en las empresas!

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Conclusiones

Está claro que el apellido “digital” es importante en el contexto actual… tanto, que ya es absurdo ignorarlo, por lo tanto, es impensable no utilizar los datos que tenemos a disposición para sacar ventaja a la hora de planificar trabajos, diseñar productos, eliminar ineficiencias de procesos, o cualquier otra cosa que nos suponga una oportunidad.

Eso sí, este apellido “digital” implica una velocidad de cambio más grande que nuestra propia capacidad de aprender cómo explotar la tecnología que no deja de cambiar; anteayer era un simple datawarehouse, ayer era big data, ahora es blockchain, mañana será quantum computing y 6G… si algo debemos tener muy claro es que necesitamos aprender a aprender. Y esto nos lleva a la parte fundamental: la “transformación”. Cuando decimos “… ha aparecido una nueva tecnología…” como si la tecnología se inventara a sí misma y esto no es así: somos nosotros, las personas, las que ponemos en marcha nuevos enfoques (digitales, !faltaría más!) para solucionar nuevos problemas, o solucionar los problemas actuales de una forma mejor. Y esto no tiene fin: nunca vamos a dejar de pensar un poco más allá, qué más hacer, qué más vender, o si algo se puede hacer mejor.

Por lo tanto, todo el apellido “digital” siempre será un acompañante, ya inevitable, de lo que de verdad define las empresas, los negocios, y los puestos de trabajo, que es la Transformación.

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